Cuento: Él es Tomás Pato - Literatura
-Para Fernando, por hacerme crear historias de nuevo. Mi favorita es la que escribimos juntos día con día.
Tomás era un pato muy inquieto.
Siempre estaba en busca de nuevas aventuras, cosas que investigar, libros que leer y música que escuchar. Le gustaba jugar en el patio trasero, fresco y lleno de árboles. Imaginaba que era un valiente caballero en busca de su princesa, perdida un encantador reino que él llamaba Faet; siempre iba armado con una letal espada de cartón que el mismo había construido, y pasaba sus tardes luchando contra todo tipo de criaturas que se empeñaban en impedir su heroico rescate. Desde los tontos Kobolds, hasta las peligrosísimas Quimeras, el valiente Tomás no tenía rival.
Cuando la tarde terminaba, a Tomás le gustaba sentarse a la mesa a beber una deliciosa taza de té, mientras hacía su tarea del día. Claro que Tomás siempre hubiese preferido un café bien cargadito, si este no fuera demasiado para un patito joven.
A Tomás le encantaban las lecciones que aprendía de los libros que su mamá le había leído. Él quería mucho a su mamá y todavía podía recordar cómo, cuando salió del cascarón, ella lo miró con sus ojitos llenos de lágrimas, y pronunció unas hermosas palabras que Tomás jamás volvería a escuchar.
−Cuack, cuack, Tomás – había dicho mamá Pato−. Cuack, cuack.
Y, haciendo caso de la voluntad de su madre, y a pesar de que jugar a ser un Caballero del Gallinero Redondo era muy divertido, Tomás disfrutaba mucho más pasar las tardes enteras leyendo libros. Libros de cuentos, de poemas, libros de Historia, de Arte, de Cultura, de Física, de Lógica, Matemáticas, de Química y uno que otro libro de chistes. Lamentablemente, y aunque Tomás tenía muchos libros y muchas aventuras inconclusas en aquel reino, siempre leía y jugaba solo. Y la triste verdad es que Tomás no tenía muchos amigos, y tampoco hacía mucho para conseguirlos.
Como a Tomás le gustaba mucho investigar, siempre iba al parque con su libreta de apuntes y tomaba muchas notas acerca del comportamiento de aquellos muchachos que se la pasaban por ahí. Igor, el conejo, aparecía muchas veces en la libreta de Tomás, con extensos reportes de como molestaba a los demás para quitarles su dinero. Si lo descubrían, poco importaba, pues Tomás tenía la precaución de escribir sus notas en el idioma de los humanos, para que así los demás no pudiesen entender lo que escribía.
Y es que Tomás era un pato especial, y él lo sabía. Los patos tienen su propio idioma para comunicarse entre ellos: el cuack. Todos los animales tienen su propio idioma: los pollos, pío; las vacas, mu; y los becerros, el bee; así como los perros hablan el guau. Y aunque existen muchos idiomas en el mundo animal, cada uno de ellos es universal. Por ejemplo, un gallo que habla Kikiriki, puede entender a una vaca que habla Mu.
Los patos, como Tomás, hablan cuack; pero Tomás, a diferencia de otros patos, también hablaba el idioma de los humanos, que es un idioma demasiado complejo como para que un pato lo entienda, pero para un Pato inteligente como Tomás, muy pocas cosas eran imposibles.
Tomás era un pato de buen corazón, gracias a su inteligencia y su bondad. Sin embargo, Tomás nunca fue valiente. Y la triste verdad es que, a pesar de todas sus características, Tomás nunca se atrevió a ir por lo que le faltaba. No intentó hacer amigos, y jamás, a pesar de sus notas, delató al conejo Igor, quien se dio rienda suelta para molestarlo.
Tomás nunca hizo nada por él mismo. Y por eso fue un pato inteligente, bondadoso y, sobre todo, con un bello y enorme corazón que sufrió más de lo que debería haber sufrido.